sábado, 21 de noviembre de 2009
viernes, 16 de octubre de 2009
sábado, 3 de octubre de 2009
Llega el Teatro Pequinés a la Argentina
Seminarios alternativos:"Another brick in the four wall": Como construir su propia cuarta pared en cinco sencillos pasos. Dictado por Joan Charles Table y El Sindicato de obreros de Rafael Castilla. Dictado en la sede de Montserrat de la U.O.C.R.A."A day in the sensitive memory": Conozca de cerca a la Memoria Emotiva, cómo piensa, cómo siente, cuáles son sus gustos. Conéctese con la memoria emotiva por sólo $23,50 +i.v.a. por mes."Metodo de actuación extracorpóreo": Primero fue Tadeuz Kantor, ahora este viejo. Llega el nuevo Teatro de la Muerte: La muerte en vivo de un jubilado. Una función cada noche ¿en cuál morirá?"El teatro pekinés": ciento cincuenta perros en escena tras dos meses de hambruna y un actor antropológico sobreviviendo a la ferocidad de los canes.¿Cuanto durará?"El teatro de títeres para adultos"6,7,8, 9 y 10 de octubre. Retire sus entradas en la J.P. de 12 a 12:30 a.m. o en la C.G.T. de 1 a 1:30 a.m. o llamando a ticketeck con un 60% de recargo o en sucursal Farmacity sede Cañada de Gómez
lunes, 21 de septiembre de 2009
Una niña rubia, la niña más hermosa con que el canon occidental nos pueda deleitar, se esconde tiernamente en un terraplén de flores. La pradera, alta, casi abstracta de belleza, y lejana. Pero palpable en la esperanza de nuestros corazones. Élla ríe divertida observando
un colibrí que parece revolotear cómplice. Su sonrisa, la sonrisa de la infanta, derrite montañas, y le da a la inocencia un nuevo significado, más potente, más puro y altivo. El colibrí ahora escapa en su carrera armónica y zigzagueante que, aunque indiferente, parece invitar a el más hermoso de los juegos. Entonces la niña divertida se levanta también, y con toda la fuerza de sus piernitas sale disparada detrás de ese pedacito de sueño, de esa estrellita fugaz inquieta… la carrera más hermosa imaginable.
Una pata gigante entra en cuadro y aplasta a la niña.
TEATRO COSMOGONICO
un colibrí que parece revolotear cómplice. Su sonrisa, la sonrisa de la infanta, derrite montañas, y le da a la inocencia un nuevo significado, más potente, más puro y altivo. El colibrí ahora escapa en su carrera armónica y zigzagueante que, aunque indiferente, parece invitar a el más hermoso de los juegos. Entonces la niña divertida se levanta también, y con toda la fuerza de sus piernitas sale disparada detrás de ese pedacito de sueño, de esa estrellita fugaz inquieta… la carrera más hermosa imaginable.
Una pata gigante entra en cuadro y aplasta a la niña.
TEATRO COSMOGONICO
domingo, 16 de agosto de 2009
Idea para un cine abstracto
Grito desgarrador entre figuras oscuras y tenebrosas. Una boca grita con desesperación, manos que rasguñan paredes, dolor y espanto. Un baldazo de pintura roja lo cubre todo… calma y paz… imagen cálida y una pianola sonando dulcemente. Una boca gigante ocupa todo el espacio, sus dientes arcillosos empiezan a descomponerse rítmicamente, al compás de un ruido, mezcla de engranaje y rozamiento insoportable. Otro grito desgarrador. Mujer golpeada y violada, un cúmulo de jueces miran atentamente y al terminar la violación, hacen un silencio insoportable, se miran, asienten y ponen su puntuación levantando los cartelitos que tienen en sus manos. Breves comentarios ininteligibles. Segundo participante: golpea desmedidamente a un animal o a un niño. Se ven las caras inmutables de los jueces, mientras se escuchan los gritos. Puntuación: ocho, nueve y nueve cincuenta. Aplausos, la gente de pie, muchas manos aplaudiendo. ¡¡Bravoo!!.
Una cola de suicidas. Aproximadamente de una cuadra. Todos para tirarse de un acantilado, cada uno tiene el numerito en su mano. Los van llamando. Una pila de cientos de hombres y mujeres ya se ha suicidado. Se aleja la cámara. Es un cuadro, viviente. Un hombre sentado en una silla lo contempla con cierta alegría. El ruido insoportable del sorbete bebiendo. Los dientes mastican muchos pochochos. Habla de los períodos artísticos.
Una fonola que suena y un acordeonista que toca. Basado en hechos reales.
Una cola de suicidas. Aproximadamente de una cuadra. Todos para tirarse de un acantilado, cada uno tiene el numerito en su mano. Los van llamando. Una pila de cientos de hombres y mujeres ya se ha suicidado. Se aleja la cámara. Es un cuadro, viviente. Un hombre sentado en una silla lo contempla con cierta alegría. El ruido insoportable del sorbete bebiendo. Los dientes mastican muchos pochochos. Habla de los períodos artísticos.
Una fonola que suena y un acordeonista que toca. Basado en hechos reales.
La rebelión
Caballos vestidos de traje. Caballos de negocios. Multitudes oscuras, hombres llorando. Perdieron a sus hijos en una apuesta, los hipotecaron y ahora vienen a llevárselos unas pezuñas gigantes. Los agarran de los pelos, como gatitos cuelgan. Cajones que se abren y se cierran rítmicamente dirigidos por un director de orquesta. Quiere crear un clima. Se lo mire por donde se lo mire el director está de espaldas. Su cuerpo es una espalda y una nuca, no hay frente, no le gustan los aplausos. Sólo dirige cajones en la oscuridad. Ruidos de elefantes. Mucha carne. Mataron a los cazadores, vivan los animales, muerte a los seres humanos. Todos bailan.
sábado, 9 de mayo de 2009
Un verano inolvidable
Aquél verano decidimos dejar de beber agua y dejar que corra, para que mejore su estado físico. Pero corrió tanto que se perdió y jamás regresó. Así, se produjo la sequía más grande de la historia y la gente sedienta comenzó a arrastrarse por las calles en busca de agua. Mandamos cartas pidiendo auxilio, pero las cartas se perdieron debido a que no conocían el camino y jamás volvimos a saber de ellas.
Intentamos con palomas mensajeras, pero quedaron a medio camino comiendo migajas en una plaza donde se juntaba un club de jubilados.
En medio de la desgracia la conocí a ella. Tan ella que a su paso se levantaban las baldosas para mirarla caminar, las ropas se arrojaban a los charcos para que ella cruzase, dejándose pisar y las farolas le hacían luces al pasar. Las corbatas se anudaban y luego contracturazas se colgaban de los árboles y terminaban con sus vidas, los sacos, buscaban dinero en sus bolsillos para invitarla a tomar algo y las camisetas sudaban al verla pasar. Los relojes atrasaban sus horas para verla pasar una y otra vez por el mismo lugar, las calles al verla se calentaban tanto que se derretía el asfalto y las esquinas la miraban con odio celosas de sus curvas.
Tanto se habló de aquella hermosa mujer que vinieron de todos lados a verla. El rumor dio vueltas por todas las ciudades y cuando regresó trajo consigo al agua ansiosa de bañar a esa mujer y hasta las cartas volvieron de la mano de la policía, que las halló tiradas en la basura, revolviéndola, muertas de hambre buscando alimento.
Fue el verano más caluroso, pero también el más inolvidable. Por fin, cuando todo volvió a la normalidad ella se fue y de tristeza dejamos de beber… mejor suelten el agua, que salga a correr.
Intentamos con palomas mensajeras, pero quedaron a medio camino comiendo migajas en una plaza donde se juntaba un club de jubilados.
En medio de la desgracia la conocí a ella. Tan ella que a su paso se levantaban las baldosas para mirarla caminar, las ropas se arrojaban a los charcos para que ella cruzase, dejándose pisar y las farolas le hacían luces al pasar. Las corbatas se anudaban y luego contracturazas se colgaban de los árboles y terminaban con sus vidas, los sacos, buscaban dinero en sus bolsillos para invitarla a tomar algo y las camisetas sudaban al verla pasar. Los relojes atrasaban sus horas para verla pasar una y otra vez por el mismo lugar, las calles al verla se calentaban tanto que se derretía el asfalto y las esquinas la miraban con odio celosas de sus curvas.
Tanto se habló de aquella hermosa mujer que vinieron de todos lados a verla. El rumor dio vueltas por todas las ciudades y cuando regresó trajo consigo al agua ansiosa de bañar a esa mujer y hasta las cartas volvieron de la mano de la policía, que las halló tiradas en la basura, revolviéndola, muertas de hambre buscando alimento.
Fue el verano más caluroso, pero también el más inolvidable. Por fin, cuando todo volvió a la normalidad ella se fue y de tristeza dejamos de beber… mejor suelten el agua, que salga a correr.
martes, 21 de abril de 2009
Doctor Podrido
Hay que amputar dijo el doctor, severo y clavándome la mirada luego de revisar mi pierna derecha. Doctor es un calambre, respondí presuroso, yo había venido a visitarlo por un cuadro gripal.
Era demasiado tarde.
Tenía que volver a casa antes de las 8 y el doctor no se dejaba convencer. La enfermera era gorda, tenía el torso desnudo, un andar pesado, y una capucha en la cabeza. Y la conocí al instante, nunca la había visto pero la conocí rápido…su manera de tomar el hacha.
Métase el termómetro en el orto, le dije retirándome. Métamelo usted, desafió. Abrió un cajón con total paciencia, apuró una mano en su interior y sacó un termómetro fino de mercurio que dejo arriba de la mesa con total mesura, como quien deja un becerro sobre una tabla de lavar para recibir el mes de noviembre.
La mano del cajón nunca salió, a su severo rostro comenzó a sangrarle levemente la nariz, y así es como me miraba fijo.
La enfermera obstruía la puerta con su deformidad y el médico me intimaba con el muñón, a todo esto la mano del doctor en el cajón había comenzado a impacientarse por la tensión y se golpeaba contra la cajonera como una rata rabiosa.
Nunca había visto un culo de hombre así tan disponible y peludo, la dilatación era realmente importante. Además tenía ciertas elevaciones por debajo de las nalgas, algo así como unas protuberancias anales que sudaban.
No puedo hacerlo, dije y volví a dejar el objeto sobre la mesa. El doctor humillado, desnudo y en cuatro patas sobre el escritorio, me regaló una mirada por encima del hombro, yo no me había percatado que era tan narigón, y con gesto de fastidio recuperó la verticalidad para indicarle a la enfermera que me mate.
La gorda actuó inmediatamente y le esquivé un hachazo que me rozó el pecho. La gambeta me costó el suelo por lo que tuve que recuperarme rápidamente. Otro zarpazo aconteció contra mi persona pero yo ya había ganado un rincón donde pivoteaba temeroso pero seguro. Había calculado el viento y en esa habitación no había, pero también hube advertido el movimiento pesado de la enfermera y su cadencia rota. La velocidad siempre gana sobre la fuerza pensé y después seguí pensando: tal vez el doctor no quería que yo le introdujese el termómetro por el ano, sino que en realidad anhelaba mi miembro viril en su disponible y lasciva cavidad. Todo, mientras una señora gorda miraba desde la puerta con un hacha en la mano. Y no pude menos que enternecerme.
Pedí disculpas por el mal entendido a viva voz y huí con vergüenza adolescente, una vez más.
Querido diario:
Era demasiado tarde.
Tenía que volver a casa antes de las 8 y el doctor no se dejaba convencer. La enfermera era gorda, tenía el torso desnudo, un andar pesado, y una capucha en la cabeza. Y la conocí al instante, nunca la había visto pero la conocí rápido…su manera de tomar el hacha.
Métase el termómetro en el orto, le dije retirándome. Métamelo usted, desafió. Abrió un cajón con total paciencia, apuró una mano en su interior y sacó un termómetro fino de mercurio que dejo arriba de la mesa con total mesura, como quien deja un becerro sobre una tabla de lavar para recibir el mes de noviembre.
La mano del cajón nunca salió, a su severo rostro comenzó a sangrarle levemente la nariz, y así es como me miraba fijo.
La enfermera obstruía la puerta con su deformidad y el médico me intimaba con el muñón, a todo esto la mano del doctor en el cajón había comenzado a impacientarse por la tensión y se golpeaba contra la cajonera como una rata rabiosa.
Nunca había visto un culo de hombre así tan disponible y peludo, la dilatación era realmente importante. Además tenía ciertas elevaciones por debajo de las nalgas, algo así como unas protuberancias anales que sudaban.
No puedo hacerlo, dije y volví a dejar el objeto sobre la mesa. El doctor humillado, desnudo y en cuatro patas sobre el escritorio, me regaló una mirada por encima del hombro, yo no me había percatado que era tan narigón, y con gesto de fastidio recuperó la verticalidad para indicarle a la enfermera que me mate.
La gorda actuó inmediatamente y le esquivé un hachazo que me rozó el pecho. La gambeta me costó el suelo por lo que tuve que recuperarme rápidamente. Otro zarpazo aconteció contra mi persona pero yo ya había ganado un rincón donde pivoteaba temeroso pero seguro. Había calculado el viento y en esa habitación no había, pero también hube advertido el movimiento pesado de la enfermera y su cadencia rota. La velocidad siempre gana sobre la fuerza pensé y después seguí pensando: tal vez el doctor no quería que yo le introdujese el termómetro por el ano, sino que en realidad anhelaba mi miembro viril en su disponible y lasciva cavidad. Todo, mientras una señora gorda miraba desde la puerta con un hacha en la mano. Y no pude menos que enternecerme.
Pedí disculpas por el mal entendido a viva voz y huí con vergüenza adolescente, una vez más.
Querido diario:
domingo, 12 de abril de 2009
Huevo Frito Cowboy (Por Claudio Tornese)
Un huevo frito Cowboy me disparó con yema caliente y tuve que improvisar un escape entre las papas fritas. La llanura de la mesa seguía hasta donde daba la vista por lo que escapaba pero sin línea en el horizonte, y me detuve a pensar en esa contradicción. Entonces gire sobre mis pies quedando nuevamente frente al huevo frito cowboy que se me venia encima a todo tropel dandolé rebencazos una la milanesa de carne de caballo. La situación era crítica y el final era inminente por lo que había que actuar rápido y bien: me puse a cantar el himno nacional de Argelia.
No se cual fue el impacto que me tumbó primero, si los tiros de yema o el topetazo de la milanga de caballo, creo que fueron los dos juntos, pero salí despedido sin conciliación obligatoria ni nada unos cuantos metros sobre el nivel de la mesa. Y ahí me quedé sobre un banco de aire entumecido casi sin poder moverme. Sentí de repente un dolor agudo en la espalda, como si me hubieran abierto dos grietas en forma transversal, una al lado de la otra. Giré en mi angustia para ver de que color eran las alas que me estaban creciendo, pero no había nada, solo era dolor intenso. Entonces maldije con todas mis fuerzas ¿Por qué si un huevo frito cowboy me disparaba a mansalva a mi no me podían crecer alas? Maldije tanto que apareció el diablo para pedirme un poco de mesura. Pero yo no podía volver a hablar con él, no después de los incendios. No terminamos bien.
El huevo seguía caliente y me insultaba desde abajo, por lo que, indignado, cambie dolor por bronca y gimoteo por venganza. Mi posición era estratégicamente mejor que la de mi adversario dada la superioridad espacial. Sus balas de yema no llegaban hasta mi banco de aire, sí lo hacia mi orina hasta su posición, por lo que cabalgó para refugiarse de mi ataque pero un río de Coca Cola Light lo obligó a detener su marcha. Bien sabía yo que no tendría otra oportunidad como esa para acabar con el huevo, podría seguir con mi formal agravio y obligarlo a sortear el río burbujeante y que el enemigo sucumba en él. Todo meo tiene un fin, por lo que apuré el desenlace. El huevo acorralado miró en derredor, regalo una ultima mirada al paisaje de la cocina a sus espaldas y se adentro en el río. El paso medido de la milanesa tratando de hacer pie duro solo unos segundos, un mal apoyo la volteó y el jinete se separó de su caballo.
No tardaron en desaparecer ambos dos de la superficie del río y dejarse vencer por las corrientes caudalosas la Coca Cola Light. Y una sensación de satisfacción en mi semblante. Y el recuperado sabor del pan y del vino. Y mi nueva vida en el banco de aire, donde Flash Gordon vino a visitarme.
No se cual fue el impacto que me tumbó primero, si los tiros de yema o el topetazo de la milanga de caballo, creo que fueron los dos juntos, pero salí despedido sin conciliación obligatoria ni nada unos cuantos metros sobre el nivel de la mesa. Y ahí me quedé sobre un banco de aire entumecido casi sin poder moverme. Sentí de repente un dolor agudo en la espalda, como si me hubieran abierto dos grietas en forma transversal, una al lado de la otra. Giré en mi angustia para ver de que color eran las alas que me estaban creciendo, pero no había nada, solo era dolor intenso. Entonces maldije con todas mis fuerzas ¿Por qué si un huevo frito cowboy me disparaba a mansalva a mi no me podían crecer alas? Maldije tanto que apareció el diablo para pedirme un poco de mesura. Pero yo no podía volver a hablar con él, no después de los incendios. No terminamos bien.
El huevo seguía caliente y me insultaba desde abajo, por lo que, indignado, cambie dolor por bronca y gimoteo por venganza. Mi posición era estratégicamente mejor que la de mi adversario dada la superioridad espacial. Sus balas de yema no llegaban hasta mi banco de aire, sí lo hacia mi orina hasta su posición, por lo que cabalgó para refugiarse de mi ataque pero un río de Coca Cola Light lo obligó a detener su marcha. Bien sabía yo que no tendría otra oportunidad como esa para acabar con el huevo, podría seguir con mi formal agravio y obligarlo a sortear el río burbujeante y que el enemigo sucumba en él. Todo meo tiene un fin, por lo que apuré el desenlace. El huevo acorralado miró en derredor, regalo una ultima mirada al paisaje de la cocina a sus espaldas y se adentro en el río. El paso medido de la milanesa tratando de hacer pie duro solo unos segundos, un mal apoyo la volteó y el jinete se separó de su caballo.
No tardaron en desaparecer ambos dos de la superficie del río y dejarse vencer por las corrientes caudalosas la Coca Cola Light. Y una sensación de satisfacción en mi semblante. Y el recuperado sabor del pan y del vino. Y mi nueva vida en el banco de aire, donde Flash Gordon vino a visitarme.
domingo, 5 de abril de 2009
El amor que chorrea (Por Lucas Ablanedo)
El amor que chorrea
Desde la primera vez que la vi comencé a secretar baba sin parar. Tanta, que ya era difícil caminar por mi casa sin tener que llevar puesto botas y piloto. Así, mi vida se tornó complicada debido a que mi ropa, mi auto y mis papeles del trabajo vivían empapados y ni hablar de los días de humedad o de lluvia, se hacía imposible secarlos. Por otro lado viajar en colectivo, en taxi o simplemente ir a comer aun restaurante me ameritaba insultos, muecas de desagrado y la terminante prohibición de volver a entrar.
Poco a poco comencé a arrastrarme por aquella mujer hacía todo lo que me pedía, claro que el hecho de arrastrarme hacía todo más lento y cuando me decía que fuera a comprarle algo al kiosco no sólo tardaba horas sino que volvía hecho una bola de mugre empapada obviamente en baba.
La gente de trabajo me decía que dejara de arrastrarme por ella, pero el miedo a perderla era más fuerte que las ampollas que empezaban a salirme en el cuerpo. Así, mis compañeros comenzaron a burlarse de mí y a llamarme babosa. Tanto me llamaron babosa que comencé a alejarme paulatinamente de la sal gruesa sintiendo un terror inexplicable por la misma mientras que se despertaba a la par un amor inconmensurable por la naturaleza, más específicamente por las plantas.
Lejos de molestarle a ella verme tirado en el sillón envuelto en mugre, repleto de baba y comiendo ruidosamente, ella alegaba que era bastante parecido a lo que sus amigas le contaban de sus maridos.
Sin embargo los problemas en la pareja comenzaron a venir cuando empecé a encontrar irresistibles sus malbones, sus alegrías del hogar y los sabrosos jazmines del país. Las peleas eran cada vez más fuertes así que decidí abandonar mi dieta naturista por el bien de la pareja. Empero en las madrugadas me levantaba y haciendo el menor ruido posible me arrastraba hasta el jardín, abría la puerta de vidrio y una vez adentro se me hacía imposible resistirme a aquel sinfín de delicias y engullía los sabrosos helechos, las suculentas calas y las deliciosas hortensias. Pero no todo era color de rosas, ya que al terminar la culpa me consumía, entonces, me arrastraba rápido hasta el baño para vomitar todo… sí, me transformé en una babosa bulímica.
Esta situación continuó unos meses, hasta que ella comenzó a sospechar de la baba que encontraba por las mañanas en el living y los agujeros que aparecían en las hojas de las plantas. Comenzó a odiarme con todo su corazón y pasó semanas sin hablarme hasta que un mediodía llegó a casa con una bolsa gigante. Me ignoró toda la tarde en la noche sucedió… se levanto mientras dormía y arrastró la bolsa hasta la habitación. Escuché su ruido, ese ruido tan peculiar que diferencia la sal fina de la gruesa y antes que pudiera reaccionar la descargó sobre mí. Se volvió a acostar como si nada y durmió tranquilamente pese a mis gritos. Por la mañana ya derretido me envolvió en la sábana y con frialdad me enterró en el jardín, debajo de las alegrías del hogar.
Desde la primera vez que la vi comencé a secretar baba sin parar. Tanta, que ya era difícil caminar por mi casa sin tener que llevar puesto botas y piloto. Así, mi vida se tornó complicada debido a que mi ropa, mi auto y mis papeles del trabajo vivían empapados y ni hablar de los días de humedad o de lluvia, se hacía imposible secarlos. Por otro lado viajar en colectivo, en taxi o simplemente ir a comer aun restaurante me ameritaba insultos, muecas de desagrado y la terminante prohibición de volver a entrar.
Poco a poco comencé a arrastrarme por aquella mujer hacía todo lo que me pedía, claro que el hecho de arrastrarme hacía todo más lento y cuando me decía que fuera a comprarle algo al kiosco no sólo tardaba horas sino que volvía hecho una bola de mugre empapada obviamente en baba.
La gente de trabajo me decía que dejara de arrastrarme por ella, pero el miedo a perderla era más fuerte que las ampollas que empezaban a salirme en el cuerpo. Así, mis compañeros comenzaron a burlarse de mí y a llamarme babosa. Tanto me llamaron babosa que comencé a alejarme paulatinamente de la sal gruesa sintiendo un terror inexplicable por la misma mientras que se despertaba a la par un amor inconmensurable por la naturaleza, más específicamente por las plantas.
Lejos de molestarle a ella verme tirado en el sillón envuelto en mugre, repleto de baba y comiendo ruidosamente, ella alegaba que era bastante parecido a lo que sus amigas le contaban de sus maridos.
Sin embargo los problemas en la pareja comenzaron a venir cuando empecé a encontrar irresistibles sus malbones, sus alegrías del hogar y los sabrosos jazmines del país. Las peleas eran cada vez más fuertes así que decidí abandonar mi dieta naturista por el bien de la pareja. Empero en las madrugadas me levantaba y haciendo el menor ruido posible me arrastraba hasta el jardín, abría la puerta de vidrio y una vez adentro se me hacía imposible resistirme a aquel sinfín de delicias y engullía los sabrosos helechos, las suculentas calas y las deliciosas hortensias. Pero no todo era color de rosas, ya que al terminar la culpa me consumía, entonces, me arrastraba rápido hasta el baño para vomitar todo… sí, me transformé en una babosa bulímica.
Esta situación continuó unos meses, hasta que ella comenzó a sospechar de la baba que encontraba por las mañanas en el living y los agujeros que aparecían en las hojas de las plantas. Comenzó a odiarme con todo su corazón y pasó semanas sin hablarme hasta que un mediodía llegó a casa con una bolsa gigante. Me ignoró toda la tarde en la noche sucedió… se levanto mientras dormía y arrastró la bolsa hasta la habitación. Escuché su ruido, ese ruido tan peculiar que diferencia la sal fina de la gruesa y antes que pudiera reaccionar la descargó sobre mí. Se volvió a acostar como si nada y durmió tranquilamente pese a mis gritos. Por la mañana ya derretido me envolvió en la sábana y con frialdad me enterró en el jardín, debajo de las alegrías del hogar.
DISCOVERY CONTINENT (Por Claudio Tornese)
(Plena selva, llegando a un río. Almirante, fray benito, y Juan de la hostia que anota cosas en su libreta. Detrás Adolfo pinzón al frente de un grupo de mercenarios)
ALMIRANTE: cuanta desmesura hay en estas tierras inhóspitas! Nadie vio nunca llanuras tan extensas, ni ríos tan caudalosos. Extrañas alimañas acechan con su mirada penetrante
JUAN DE LA HOSTIA: Tengo sed mi capitán, licenciadme un momento que bajo al río
ALMIRANTE: No! Ni se te ocurra. Las aguas son tan calientes que no se puede meter mano en ellas. Sus corrientes incandescentes son testigo de los fuegos de la tierra.
JUAN DE LA HOSTIA: Nos rodea el horror!
ADOLFO PINZON: El río hace aquí muchos islotes poblados de tigres y leones. El corazón de la selva late agitado
ALMIRANTE: (sumando paranoia) shhh…silencio…callad y escuchad! No oieis? Son los diablos que vienen por nosotros y erizan nuestro púbico.
FRAY BENITO: Diablos dice?! (despojándose) Jesús! Quien es Jesús? No le conozco. (canta un gallo)
ALMIRANTE: En guardia (todos desenvainan sus espadas, tensión. Desesperante paranoia) Que los diablos acometan su presencia, yo espero de aquel eterno Dios la victoria de esto como de todo el pasado. (pausa. Una palometa salta al cuello de Juan de la Hostia que se retuerce exagerado de dolor ahogando el miedo a los gritos “-aaahhhh, sacadme esto! Sacadlo! Aghhhh”- todos acuden a él y le propinan tremenda paliza, le dan muerte a la terrible palometa. El Almirante la muestra cual trofeo de batalla)
ALMIRANTE: Ésta es la victoria universal del Cristianismo!
TODOS: (agitan) heee bravoo! Viva el Almirante! Viva la divina Providencia!
(en medio de los festejos aparece de entre la maleza un hombre blanco de barba pronunciada le habla al almirante aparte)
BARBUDO: é voce Christoph? senhor! a fim as minhas oraçãos forão escutadas, mais de sete luas he estado perdido e vagando por estas aghh (el Almirante disimuladamente lo ensarta con la espada, el barbudo cae mal herido al piso, y luego el almirante patea el cuerpo a la maleza nuevamente)
ALMIRANTE: cuanta desmesura hay en estas tierras inhóspitas! Nadie vio nunca llanuras tan extensas, ni ríos tan caudalosos. Extrañas alimañas acechan con su mirada penetrante
JUAN DE LA HOSTIA: Tengo sed mi capitán, licenciadme un momento que bajo al río
ALMIRANTE: No! Ni se te ocurra. Las aguas son tan calientes que no se puede meter mano en ellas. Sus corrientes incandescentes son testigo de los fuegos de la tierra.
JUAN DE LA HOSTIA: Nos rodea el horror!
ADOLFO PINZON: El río hace aquí muchos islotes poblados de tigres y leones. El corazón de la selva late agitado
ALMIRANTE: (sumando paranoia) shhh…silencio…callad y escuchad! No oieis? Son los diablos que vienen por nosotros y erizan nuestro púbico.
FRAY BENITO: Diablos dice?! (despojándose) Jesús! Quien es Jesús? No le conozco. (canta un gallo)
ALMIRANTE: En guardia (todos desenvainan sus espadas, tensión. Desesperante paranoia) Que los diablos acometan su presencia, yo espero de aquel eterno Dios la victoria de esto como de todo el pasado. (pausa. Una palometa salta al cuello de Juan de la Hostia que se retuerce exagerado de dolor ahogando el miedo a los gritos “-aaahhhh, sacadme esto! Sacadlo! Aghhhh”- todos acuden a él y le propinan tremenda paliza, le dan muerte a la terrible palometa. El Almirante la muestra cual trofeo de batalla)
ALMIRANTE: Ésta es la victoria universal del Cristianismo!
TODOS: (agitan) heee bravoo! Viva el Almirante! Viva la divina Providencia!
(en medio de los festejos aparece de entre la maleza un hombre blanco de barba pronunciada le habla al almirante aparte)
BARBUDO: é voce Christoph? senhor! a fim as minhas oraçãos forão escutadas, mais de sete luas he estado perdido e vagando por estas aghh (el Almirante disimuladamente lo ensarta con la espada, el barbudo cae mal herido al piso, y luego el almirante patea el cuerpo a la maleza nuevamente)
martes, 24 de marzo de 2009
domingo, 22 de marzo de 2009
Cuando mamá llora, llora el mundo, tal es mi concepción.
Es la imagen más violenta de la que se tiene conocimiento hasta el presente: desata, descomprime, libera, estruja y potencia sentimientos tan simples y profundos, que los hombres no han sabido encontrarles definición todavía. Hay un acto de soberbia más grande que el de pretender ponerle nombre a los sentimientos? El de osar ubicarlos dentro de un marco controlable, descriptible, criticable?
Mil colores tiene la venganza, y cuando el mundo logre hacer llorar a mi madre nuevamente, usaré todos y cada uno en su contra, y todavía nuevos.
Es la imagen más violenta de la que se tiene conocimiento hasta el presente: desata, descomprime, libera, estruja y potencia sentimientos tan simples y profundos, que los hombres no han sabido encontrarles definición todavía. Hay un acto de soberbia más grande que el de pretender ponerle nombre a los sentimientos? El de osar ubicarlos dentro de un marco controlable, descriptible, criticable?
Mil colores tiene la venganza, y cuando el mundo logre hacer llorar a mi madre nuevamente, usaré todos y cada uno en su contra, y todavía nuevos.
El Valor de la Imagen (Por Claudio Tornese)
Existen ciertos recovecos en las imágenes en las que si uno es un observador despierto hasta puede cambiar el curso de las cosas.
Cierta tarde me di cuenta que las tardes pocas veces son interesantes para iniciar un relato. Pongamos en duda el relato entonces tal como lo conocemos y sus leyes arbitrarias que en este caso son mías. “Pongamosme” en duda a mí como escritor entonces porque tal vez quien lea en realidad no lo hace; o los que le informaron sobre como era el arte de leer en realidad mentían al decirle que se asigna un significado a tal o cual figura en tal o cual soporte y se decodifica por elevación. Usted, le aseguro, solo estará leyendo cuando de mí se olvide y entonces no necesitará leerme, sino que enarbolará una serie y/o sucesión de imágenes de la cual escapará temeroso simplemente porque al principio siempre es así (insisto que el todavía-lector note la arbitrariedad de mis afirmaciones) Entonces volverá a tomar un soporte con su codificación correspondiente y se sumirá en la lectura, y se aburrirá. Porque quien vio una imagen, una sola imagen de esas que nunca pensó que podía imaginar, quiere volver a ver otra, a crear otra. No le digo que va a hacer luego, como sí hice mas arriba, porque no lo sé. Pero le advierto que cerrar los ojos y hacer fuerza no ayuda mucho, pero es un comienzo.
Cuando apareció un elefante en el living yo tenía 4 años, y mi perro se transformó en un palo de madera con un clavo en la punta. Una vecina que siempre vivió en casa, había escrito en las paredes, con mierda: “continuara”. Y yo esa tarde me sentía mal porque un riñón se me había escapado por el hueco de las uñas de la mano central. El elefante sabía leer y un ojo le crecía en forma constante, escapando de la trinchera ocular, disparando lágrimas y gritando contra la represión de los sentimientos. Sus nobles ideales llegaron tarde (como toda lagrima), porque yo ya le había pegado al elefante con el perro que todavía ladraba. La vecina permanecía inmóvil pero a su rostro se le habían borrado las facciones, era una cabeza lisa. Nada más aterrador pensé. Pero luego volví a las paredes en donde decía “continuara” con mierda, nada más aterrador pensé. Pero por luego recordé que un riñón se me había fugado por el hueco de las uñas de una mano y ahí si me acobardé y escapé temeroso.
Pero al principio siempre es así…
Cierta tarde me di cuenta que las tardes pocas veces son interesantes para iniciar un relato. Pongamos en duda el relato entonces tal como lo conocemos y sus leyes arbitrarias que en este caso son mías. “Pongamosme” en duda a mí como escritor entonces porque tal vez quien lea en realidad no lo hace; o los que le informaron sobre como era el arte de leer en realidad mentían al decirle que se asigna un significado a tal o cual figura en tal o cual soporte y se decodifica por elevación. Usted, le aseguro, solo estará leyendo cuando de mí se olvide y entonces no necesitará leerme, sino que enarbolará una serie y/o sucesión de imágenes de la cual escapará temeroso simplemente porque al principio siempre es así (insisto que el todavía-lector note la arbitrariedad de mis afirmaciones) Entonces volverá a tomar un soporte con su codificación correspondiente y se sumirá en la lectura, y se aburrirá. Porque quien vio una imagen, una sola imagen de esas que nunca pensó que podía imaginar, quiere volver a ver otra, a crear otra. No le digo que va a hacer luego, como sí hice mas arriba, porque no lo sé. Pero le advierto que cerrar los ojos y hacer fuerza no ayuda mucho, pero es un comienzo.
Cuando apareció un elefante en el living yo tenía 4 años, y mi perro se transformó en un palo de madera con un clavo en la punta. Una vecina que siempre vivió en casa, había escrito en las paredes, con mierda: “continuara”. Y yo esa tarde me sentía mal porque un riñón se me había escapado por el hueco de las uñas de la mano central. El elefante sabía leer y un ojo le crecía en forma constante, escapando de la trinchera ocular, disparando lágrimas y gritando contra la represión de los sentimientos. Sus nobles ideales llegaron tarde (como toda lagrima), porque yo ya le había pegado al elefante con el perro que todavía ladraba. La vecina permanecía inmóvil pero a su rostro se le habían borrado las facciones, era una cabeza lisa. Nada más aterrador pensé. Pero luego volví a las paredes en donde decía “continuara” con mierda, nada más aterrador pensé. Pero por luego recordé que un riñón se me había fugado por el hueco de las uñas de una mano y ahí si me acobardé y escapé temeroso.
Pero al principio siempre es así…
sábado, 21 de marzo de 2009
Sobre lo que no se quiere ver (Por Lucas Ablanedo)
Sobre lo que no se quiere ver
Pobre hombre anulado que no se permite ver más allá de lo que le dicen sus ojos, lástima que sus ojos hace años que no le dirigen la palabra, se pelearon hace mucho y ya no recuerdan porqué. Así, sus ojos permanecen mudos como un eremita en la soledad de las montañas, ojos que no dicen nada, se dejan ver, pero no se dejan llegar, se corren, evitan, no se dejan conocer, viven quien sabe donde, muy lejos, se mudaron hace mucho y dejaron dos cáscaras de algún retoño que alguna vez floreció pero se secó hace tiempo. Habla con la imagen de su espejo, porque está convencido de que no es él, así se desconoce. Su piel parece pesarle, cuelga, como si quisiera caerse de su cara y encontrar en los huesos el lugar donde se esconde. El tiempo arrugó sus manos de tanto usarlas y ahora han quedado inservibles. Se toca, pero no se siente, no sabe si se toca a él o a alguien que está cerca suyo. No entiende porque esos ojos que no hablan a veces se llenan tanto de agua que comienzan a rebalzar y le mojan la alfombra. Una vez escuchó hablar de la tristeza y pidió por favor que jamás se la presenten. Se alegró durante mucho tiempo de no haberla conocido, hasta que se dio cuenta que se había escuchado a él mismo y que en realidad nunca había conocido otra cosa que no fuera la tristeza, porque era tan parte de él como sus ojos que no hablaban, como su piel que le pesaba y como su imagen del espejo, que ignoraba
lunes, 2 de marzo de 2009
lunes, 9 de febrero de 2009
Hombres altos como árboles
Hombres altos como árboles
Hombres altos como árboles... y si fueran árboles? porque digo, sus caras eran verdes y estaban echando raíces.Sí echaban raíces que habían usurpado un parque, pedían por sus derechos, cartoneaban y realizaban fogones para comer un asado. Pero se les fue de las manos, un día el pasto se prendió fuego, desesperado corrían como locos, se arrojaban al piso, se revolcaban y gritaban: ¡¡Auxilio!! ¡¡Auxilio!!Entonces llego la ambulancia con su sirena, cantaba más bella que nunca, allí postrada en el techo, mostrando su cola, tan sensual y atrevida.La ambulancia subió al pasto en una camilla, pero se había olvidado de apagarlo entonces se prendió también y al prenderse comenzó a aullar la sirena encantando a los marineros con su voz y a las marineras también, si hombres y galletas venían de todos lados atraídos por la voz que se erguía entre las llamas. Por suerte pudieron acabar con las llamas y luego de matarlas hicieron camperas de Patagonia con ellas y fue así como brindaron con sus copas, las que tenían en sus cabezas, porque eran verdes y altos entonces me pregunté ¿serán hombres? ¿y si fueran árboles?
Hombres altos como árboles... y si fueran árboles? porque digo, sus caras eran verdes y estaban echando raíces.Sí echaban raíces que habían usurpado un parque, pedían por sus derechos, cartoneaban y realizaban fogones para comer un asado. Pero se les fue de las manos, un día el pasto se prendió fuego, desesperado corrían como locos, se arrojaban al piso, se revolcaban y gritaban: ¡¡Auxilio!! ¡¡Auxilio!!Entonces llego la ambulancia con su sirena, cantaba más bella que nunca, allí postrada en el techo, mostrando su cola, tan sensual y atrevida.La ambulancia subió al pasto en una camilla, pero se había olvidado de apagarlo entonces se prendió también y al prenderse comenzó a aullar la sirena encantando a los marineros con su voz y a las marineras también, si hombres y galletas venían de todos lados atraídos por la voz que se erguía entre las llamas. Por suerte pudieron acabar con las llamas y luego de matarlas hicieron camperas de Patagonia con ellas y fue así como brindaron con sus copas, las que tenían en sus cabezas, porque eran verdes y altos entonces me pregunté ¿serán hombres? ¿y si fueran árboles?
jueves, 5 de febrero de 2009
Los canales y las interferencias
Los canales del río se veían mejor que nunca gracias a la tecnología satelital. Así los habitantes del pueblo cuando iban a lavar sus ropas se quedaban largas horas disfrutando de los programas más entretenidos. A veces se veían perjudicados por la lluvia y pese a que trataban de acomodar la antena la lluvia no se detenía, entonces volvían a sus casas empapados, a aburrirse con cotidianas charlas de familia que habían heredado de generación en generación.
Sucedió una vez que construyeron un dique que obstruyó los canales y cortó la transmisión justo a las tres de la tarde, cuando pasaban una novela mexicana que sólo transmitían una vez por semana y que era esperada con ansias. Unos mendigos desesperados se arrojaron al agua como si pudieran tomar los últimos restos de imágenes que iban desapareciendo y al estar dentro del canal gritando y llorando por su pérdida, comenzaron a ver que otro montón de gente se acercaba a ver lo que sucedía y miraban conmocionadas aquél espectáculo. Ocurrió entonces que los que estaban dentro de los canales empezaron a sentir que ellos podían actuar, comenzaron a improvisar y terminaron armando grandes tragedias y comedias para el deleite de los espectadores.
Al terminar la jornada laboral en los canales salan empapados y la gente se abalanzaba sobre ellos pidiéndoles autógrafos, pero ellos como dignos artistas se colocaban sus gafas y se iban a sus casas sin reparar en sus fans.
Estas jornadas se extendieron durante meses, hasta que un día el dique fue derribado y los canales volvieron a funcionar con normalidad y cuando los artistas llegaron la gente embelezada con la nueva programación les prohibieron la entrada y los echaron de un día para el otro, dándole algunas monedas como remuneración.
Así el pueblo volvió la vieja rutina de las telenovelas de la tarde y los noticieros de la noche mientras lavaban sus ropas en el borde del río y los alguna vez artistas volvieron a mendigar a aquellos que alguna vez los amaron
Sucedió una vez que construyeron un dique que obstruyó los canales y cortó la transmisión justo a las tres de la tarde, cuando pasaban una novela mexicana que sólo transmitían una vez por semana y que era esperada con ansias. Unos mendigos desesperados se arrojaron al agua como si pudieran tomar los últimos restos de imágenes que iban desapareciendo y al estar dentro del canal gritando y llorando por su pérdida, comenzaron a ver que otro montón de gente se acercaba a ver lo que sucedía y miraban conmocionadas aquél espectáculo. Ocurrió entonces que los que estaban dentro de los canales empezaron a sentir que ellos podían actuar, comenzaron a improvisar y terminaron armando grandes tragedias y comedias para el deleite de los espectadores.
Al terminar la jornada laboral en los canales salan empapados y la gente se abalanzaba sobre ellos pidiéndoles autógrafos, pero ellos como dignos artistas se colocaban sus gafas y se iban a sus casas sin reparar en sus fans.
Estas jornadas se extendieron durante meses, hasta que un día el dique fue derribado y los canales volvieron a funcionar con normalidad y cuando los artistas llegaron la gente embelezada con la nueva programación les prohibieron la entrada y los echaron de un día para el otro, dándole algunas monedas como remuneración.
Así el pueblo volvió la vieja rutina de las telenovelas de la tarde y los noticieros de la noche mientras lavaban sus ropas en el borde del río y los alguna vez artistas volvieron a mendigar a aquellos que alguna vez los amaron
martes, 3 de febrero de 2009
A COFFE LOVE SONG
Podría haber sido un gran escritor. Pero indefectiblemente el fracaso se esmeró en seguirme y a donde sea que yo iba ahí estaba él. Iba al supermercado y ahi estaba, comprando un desengrasante. Iba a la carnicería y ahí estaba comprando un kilo de cuadril, iba al Video Club y ahí estabaalquilando "Incorregibles". Iba al teatro... y ahí estaba... viendo "La Paranoia". Hasta que un día estabamos sentados a la mesa, a punto de cenar y apareció. Derribó la puerta de una patada y se metió como si fuera su casa. Comió nuestra comida, bebió nuestra bebida y hasta incluso... durmió en nuestras camas. Y así, pasó a ser uno más de la familia.
sábado, 31 de enero de 2009
ESTO NO ES UN POLLO
Esto no es un pollo, es una pata de pollo. Que hacen las patas, patean? Que hacen los pollos? Son amigos de Gustavo Garzon? Escuchan flema entonces? Besar es salivar de cerca? La vida me ha salivado. Y yo la he escupido, pero de lejos.
Con Gustavo tuvimos un affaire, el vendía repuestos para mause en las escaleras de la universidad de escatología en San Fernando y yo era tan solo una estudiante inocente, pura, de saliva virgen y de concha dura.
Tengo personas viviendo aquí, en mi concha. Pero esa es otra historia.
Gustavo vestía de verde, usaba de collar un pejerrey capturado en Guaminí. En las fiestas se lo ponía de corbata, caía sobre el pecho, el pejerrey, y se le enredaba con los pelos, de los huevos. El pescado no era largo. Gustavo tenia los huevos muy arriba, recostados sobre la panza. Eran huevos con miedo. En la cena se subían a la mesa, era un gesto poco agradable, estábamos comiendo. Y el gato se acercaba y los lamía y estábamos comiendo. No es fácil sacar los pelos del plato cuando una lava. Los pelos del gato, y los pelos de los huevos. Pronto los pelos de los huevos echaron raíces en el gato, y el gato cambio el pelaje de pelo de gato a pelo de huevo y se convirtió en una gran bola negra de pendejos caminando, solo la cabecita sobresalía y miraba de costado y traspiraba y murió ese verano.
El pelo de concha afilado corta y mucho, mi madre practicaba con ellos esgrima y fue subcampeona, pero esa es otra historia
Al año y medio de nuestra relación con Gustavo dejamos de salir, el pescado ya había muerto porque extrañaba al gato. Se suicido en el microondas, nunca supimos como lo encendió estando adentro…
Con Gustavo dejamos de salir, pero a la calle, nos volvimos ermitaños en pleno centro, en recoleta. No fue fácil, tuve que dejar de improviso mi curso de magia, desaparecí.
Nadie lo sabe pero los pollos también emigran, son grandes bandadas que surcan el atlántico o el pacifico, en barco. Son pollos silvestres y salvajes desterrados por la dominación de los transgénicos.
Los transgénicos son grandes y son gordos, aseguran que sus moléculas y genes son la evolución, y tienen efectos irreversibles e imprevisibles sobre los ecosistemas: ganan los mercados. Son los terroristas de las góndolas en la era del consumo. Se recuestan en las heladeras como cuando los fantasmas vuelven a sus nichos, o como los vampiros a sus cuevas, y esperan…
Los hombres que no enloquecen como Gustavo los toman de esas heladeras iluminadas, y se los llevan; y se los comen; y se alimentan de su carne; y las ideas transgénicas invanden su organismo; y afectan sus células, sus neuronas, su sistema nervioso, sus ideas. Y es el triunfo de los transgénicos que dan de comer a los hombres que creen que no enloquecen.
Entonces, ésto, ésto no es un pollo.
Con Gustavo tuvimos un affaire, el vendía repuestos para mause en las escaleras de la universidad de escatología en San Fernando y yo era tan solo una estudiante inocente, pura, de saliva virgen y de concha dura.
Tengo personas viviendo aquí, en mi concha. Pero esa es otra historia.
Gustavo vestía de verde, usaba de collar un pejerrey capturado en Guaminí. En las fiestas se lo ponía de corbata, caía sobre el pecho, el pejerrey, y se le enredaba con los pelos, de los huevos. El pescado no era largo. Gustavo tenia los huevos muy arriba, recostados sobre la panza. Eran huevos con miedo. En la cena se subían a la mesa, era un gesto poco agradable, estábamos comiendo. Y el gato se acercaba y los lamía y estábamos comiendo. No es fácil sacar los pelos del plato cuando una lava. Los pelos del gato, y los pelos de los huevos. Pronto los pelos de los huevos echaron raíces en el gato, y el gato cambio el pelaje de pelo de gato a pelo de huevo y se convirtió en una gran bola negra de pendejos caminando, solo la cabecita sobresalía y miraba de costado y traspiraba y murió ese verano.
El pelo de concha afilado corta y mucho, mi madre practicaba con ellos esgrima y fue subcampeona, pero esa es otra historia
Al año y medio de nuestra relación con Gustavo dejamos de salir, el pescado ya había muerto porque extrañaba al gato. Se suicido en el microondas, nunca supimos como lo encendió estando adentro…
Con Gustavo dejamos de salir, pero a la calle, nos volvimos ermitaños en pleno centro, en recoleta. No fue fácil, tuve que dejar de improviso mi curso de magia, desaparecí.
Nadie lo sabe pero los pollos también emigran, son grandes bandadas que surcan el atlántico o el pacifico, en barco. Son pollos silvestres y salvajes desterrados por la dominación de los transgénicos.
Los transgénicos son grandes y son gordos, aseguran que sus moléculas y genes son la evolución, y tienen efectos irreversibles e imprevisibles sobre los ecosistemas: ganan los mercados. Son los terroristas de las góndolas en la era del consumo. Se recuestan en las heladeras como cuando los fantasmas vuelven a sus nichos, o como los vampiros a sus cuevas, y esperan…
Los hombres que no enloquecen como Gustavo los toman de esas heladeras iluminadas, y se los llevan; y se los comen; y se alimentan de su carne; y las ideas transgénicas invanden su organismo; y afectan sus células, sus neuronas, su sistema nervioso, sus ideas. Y es el triunfo de los transgénicos que dan de comer a los hombres que creen que no enloquecen.
Entonces, ésto, ésto no es un pollo.
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